viernes, 7 de octubre de 2016

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En este género se encuentran  varias historias muy divertidas que les encantara desde los niños hasta los adultos 

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Un cuento es una narración breve creada por uno o varios autores, basada en hechos reales o ficticios, cuya trama es protagonizada por un grupo reducido de personajes y con un argumento relativamente sencillo

``EL PATITO FEO´´
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Adaptación del cuento de Hans C. Andersen 
Era una preciosa mañana de verano en el estanque. Todos los animales que allí vivían se sentían felices bajo el cálido sol, en especial una pata que de un momento a otro, esperaba que sus patitos vinieran al mundo.
– ¡Hace un día maravilloso! – pensaba la pata mientras reposaba sobre los huevos para darles calor – Sería ideal que hoy nacieran mis hijitos. Estoy deseando verlos porque seguro que serán los más bonitos del mundo.
Y parece que se cumplieron sus deseos, porque a media tarde, cuando todo el campo estaba en silencio,  se oyeron unos crujidos que despertaron a la futura madre.
¡Sí, había llegado la hora! Los cascarones comenzaron a romperse y muy despacio, fueron asomando una a una las cabecitas de los pollitos.
– ¡Pero qué preciosos sois, hijos míos! – exclamó la orgullosa madre – Así de lindos os había imaginado.
Sólo faltaba un pollito por salir. Se ve que no era tan hábil y le costaba romper el cascarón con su pequeño pico. Al final también él consiguió estirar el cuello y asomar su enorme cabeza fuera del cascarón.
– ¡Mami, mami! – dijo el extraño pollito con voz chillona.
¡La pata, cuando le vio, se quedó espantada! No era un patito amarillo y regordete como los demás, sino un pato grande, gordo y negro que no se parecía nada a sus hermanos.
– ¿Mami?… ¡Tú no puedes ser mi hijo! ¿De dónde habrá salido una cosa tan fea? – le increpó – ¡Vete de aquí, impostor!
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Y el pobre patito, con la cabeza gacha, se alejó del estanque mientras de fondo oía las risas de sus hermanos, burlándose de él.
Durante días, el patito feo deambuló de un lado para otro sin saber a dónde ir. Todos los animales con los que se iba encontrando le rechazaban y nadie quería ser su amigo.
Un día llegó a una granja y se encontró con una mujer que estaba barriendo el establo. El patito pensó que allí podría encontrar cobijo, aunque fuera durante una temporada.
– Señora – dijo con voz trémula- ¿Sería posible quedarme aquí unos días? Necesito comida y un techo bajo el que vivir.
La mujer le miró de reojo y aceptó, así que durante un tiempo, al pequeño pato no le faltó de nada. A decir verdad, siempre tenía mucha comida a su disposición. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que un día, escuchó a la mujer decirle a su marido:
– ¿Has visto cómo ha engordado ese pato? Ya está bastante grande y lustroso ¡Creo que ha llegado la hora de que nos lo comamos!
El patito se llevó tal susto que salió corriendo, atravesó el cercado de madera y se alejó de la granja. Durante quince días y quince noches vagó por el campo y comió lo poco que  pudo encontrar. Ya no sabía qué hacer ni a donde dirigirse. Nadie le quería y se sentía muy desdichado.
¡Pero un día su suerte cambió! Llegó por casualidad a una laguna de aguas cristalinas y allí, deslizándose sobre la superficie, vio una familia de preciosos cisnes. Unos eran blancos, otros negros, pero todos esbeltos y majestuosos. Nunca había visto animales tan bellos. Un poco avergonzado, alzó la voz y les dijo:
– ¡Hola! ¿Puedo darme un chapuzón en vuestra laguna? Llevo días caminando y necesito refrescarme un poco.
 -¡Claro que sí! Aquí eres bienvenido ¡Eres uno de los nuestros! – dijo uno que parecía ser el más anciano.
– ¿Uno de los vuestros? No entiendo…
– Sí, uno de los nuestros ¿Acaso no conoces tu propio aspecto? Agáchate y mírate en el agua. Hoy está tan limpia que parece un espejo.
Y así hizo el patito. Se inclinó sobre la orilla y… ¡No se lo podía creer! Lo que vio le dejó boquiabierto. Ya no era un pato gordo y chato, sino que en los últimos días se había transformado en un hermoso cisne negro de largo cuello y bello plumaje.
¡Su corazón saltaba de alegría! Nunca había vivido un momento tan mágico. Comprendió que nunca había sido un patito feo,  sino que había nacido cisne y ahora lucía en todo su esplendor.
– Únete a nosotros – le invitaron sus nuevos amigos – A partir de ahora, te cuidaremos y serás uno más de nuestro clan.
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Y feliz, muy feliz, el pato que era cisne, se metió en la laguna y compartió el paseo con aquellos que le querían de verdad.

``EL GATO CON BOTAS´´
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Adaptación del cuento de los Hermanos Grimm

Erase una vez un molinero que tenía tres hijos. El hombre era muy pobre y casi no tenía bienes para dejarles en herencia. Al hijo mayor le legó su viejo molino, al mediano un asno y al pequeño, un gato.
El menor de los chicos se lamentaba ante sus hermanos por lo poco que le había correspondido.
– Vosotros habéis tenido más suerte que yo. El molino muele trigo para hacer panes y tortas y el asno ayuda en las faenas del campo, pero ¿qué puedo hacer yo con un simple gato?
El gato escuchó las quejas de su nuevo amo y acercándose a él le dijo:
– No te equivoques conmigo. Creo que puedo serte más útil de lo que piensas y muy pronto te lo demostraré. Dame una bolsa, un abrigo elegante y unas botas de mi talla,  que yo me encargo de todo.
El joven le regaló lo que le pedía porque al fin y al cabo no era mucho y el gato puso en marcha su plan. Como todo minino que se precie, era muy hábil cazando y no le costó mucho esfuerzo atrapar un par de conejos que metió en el saquito. El abrigo nuevo y las botas de terciopelo le proporcionaban un porte distinguido, así que muy seguro de sí mismo se dirigió al palacio real y consiguió ser recibido por el rey.
– Majestad, mi amo el Marqués de Carabás le envía estos conejos – mintió el gato.
– ¡Oh, muchas gracias! – respondió el monarca – Dile a tu dueño que le agradezco mucho este obsequio.
El gato regresó a casa satisfecho y partir de entonces, cada semana acudió al palacio a entregarle presentes al rey de parte del supuesto Marqués de Carabás. Le llevaba un saco de patatas, unas suculentas perdices, flores para embellecer los lujosos salones reales… El rey se sentía halagado con tantas atenciones e intrigado por saber quién era ese Marqués de Carabás que tantos regalos le enviaba mediante su espabilado gato.
Un día, estando el gato con su amo en el bosque, vio que la carroza real pasaba por el camino que bordeaba el río.
– ¡Rápido, rápido! – le dijo el gato al joven – ¡Quítate la ropa, tírate al agua y finge que no sabes nadar y te estás ahogando!
El hijo del molinero no entendía nada pero pensó que no tenía nada que perder y se lanzó al río ¡El agua estaba helada! Mientras tanto, el astuto gato escondió las prendas del chico y cuando la carroza estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a gritar.
– ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Mi amo el Marqués de Carabás no sabe nadar! ¡Ayúdenme!
El rey mandó parar al cochero y sus criados rescataron al muchacho ¡Era lo menos que podía hacer por ese hombre tan detallista que le había colmado de regalos!
Cuando estuvo a salvo, el gato mintió de nuevo.
– ¡Sus ropas no están! ¡Con toda esta confusión han debido de robarlas unos ladrones!
– No te preocupes – dijo el rey al gato – Le cubriremos con una manta para que no pase frío y ahora mismo envío a mis criados a por ropa digna de un caballero como él.
Dicho y hecho. Los criados le trajeron elegantes prendas de seda y unos cómodos zapatos de piel que al hijo del molinero le hicieron sentirse como un verdadero señor. El gato, con voz pomposa, habló con seguridad una vez más.
– Mi amo y yo quisiéramos agradecerles todo lo que acaban de hacer por nosotros. Por favor, vengan a conocer nuestras tierras y nuestro hogar.
– Será un placer. Mi hija nos acompañará – afirmó el rey señalando a una preciosa muchacha que asomaba su cabeza de rubia cabellera por la ventana de la carroza.
El falso Marqués de Carabás se giró para mirarla. Como era de esperar, se quedó prendado de ella en cuanto la vio, clavando su mirada sobre sus bellos ojos verdes. La joven, ruborizada,  le correspondió con una dulce sonrisa que mostraba unos dientes  tan blancos como perlas marinas.
– Si le parece bien, mi amo irá con ustedes en el carruaje. Mientras, yo me adelantaré para comprobar que todo esté en orden en nuestras propiedades.
El amo subió a la carroza de manera obediente, dejándose llevar por la inventiva del gato. Mientras, éste echó a correr y llegó a unas ricas y extensas tierras que evidentemente no eran de su dueño, sino de un ogro que vivía en la comarca. Por allí se encontró a unos cuantos campesinos que labraban la tierra. Con cara seria y gesto autoritario les dijo:
– Cuando veáis al rey tenéis que decirle que estos terrenos son del Marqués de Carabás ¿entendido? A cambio os daré una recompensa.
Los campesinos aceptaron y cuando pasó el rey por allí y les preguntó a quién pertenecían esos campos tan bien cuidados, le dijeron que eran de su buen amo el Marqués de Carabás.
El gato, mientras tanto, ya había llegado al castillo. Tenía que conseguir que el ogro desapareciera para que su amo pudiera quedarse como dueño y señor de todo. Llamó a la puerta y se presentó como un viajero de paso que venía a presentarle sus respetos. Se sorprendió de que, a pesar de ser un ogro, tuviera un castillo tan elegante.
– Señor ogro – le dijo el gato – Es conocido en todo el reino que usted tiene poderes. Me han contado que posee la habilidad de convertirse en lo que quiera.
– Has oído bien – contestó el gigante – Ahora verás de lo que soy capaz.
Y como por arte de magia, el ogro se convirtió en un león. El gato se hizo el sorprendido y aplaudió para halagarle.
– ¡Increíble! ¡Nunca había visto nada igual! Me pregunto si es capaz de convertirse usted en un animal pequeño, por ejemplo, un ratoncito.
– ¿Acaso dudas de mis poderes? ¡Observa con atención! – Y el ogro, orgulloso de mostrarle todo lo que podía hacer, se transformó en un ratón.
¡Sí! ¡Lo había conseguido! El ogro ya era una presa fácil para él. De un salto se abalanzó sobre el animalillo y se lo zampó sin que al pobre le diera tiempo ni a pestañear.
Como había planeado, ya no había ogro y el castillo se había quedado sin dueño, así que cuando llamaron a la puerta, el gato salió a recibir a su amo, al rey y a la princesa.
– Sea bienvenido a su casa, señor Marqués de Carabás. Es un honor para nosotros tener aquí a su alteza y a su hermosa hija. Pasen al salón de invitados. La cena está servida – exclamó solemnemente el gato al tiempo que hacía una reverencia.
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Todos entraron y disfrutaron de una maravillosa velada a la luz de las velas. Al término, el rey, impresionado por lo educado que era el Marqués de Carabás y deslumbrado por todas sus riquezas y posesiones,  dio su consentimiento para que se casara con la princesa.
Y así es como termina la historia del hijo del molinero, que alcanzó la dicha más completa  gracias a un simple pero ingenioso gato que en herencia le dejó su padre.

``EL LOBO Y LAS SIETE CABRITAS´´
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Adaptación del cuento de los Hermanos Grimm

Había una vez una cabra que tenía siete cabritillas. Todas ellas eran preciosas, blancas y de ojos grandes. Se pasaban el día brincando por todas partes y jugando unas con otras en el prado.
Cierto día de otoño, la mamá cabra le dijo a sus hijitas que tenía que ausentarse un rato para ir al bosque en busca de comida.
– ¡Chicas, acercaos! Escuchadme bien: voy a por alimentos para la cena. Mientras estoy fuera no quiero que salgáis de casa ni abráis la puerta a nadie. Ya sabéis que hay un lobo de voz ronca y patas negras que merodea siempre por aquí ¡Es muy peligroso!
– ¡Tranquila, mamita! – contestó la cabra más chiquitina en nombre de todas – Tendremos mucho cuidado. La madre se despidió y al rato, alguien golpeó la puerta.
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– ¿Quién es? – dijo una de las pequeñas.
– Abridme la puerta. Soy vuestra querida madre.
– ¡No! – gritó otra – Tú no eres nuestra mamá. Ella tiene la voz suave y dulce y tu voz es ronca y fea. Eres el lobo… ¡Vete de aquí!
Efectivamente, era el malvado lobo que había aprovechado la ausencia de la mamá para tratar de engañar a las cabritas y comérselas. Enfadadísimo, se dio media vuelta y decidió que tenía que hacer algo para que confiaran en él. Se le ocurrió la idea de ir a una granja cercana y robar una docena de huevos para aclararse la voz. Cuando se los había tragado todos, comprobó que hablaba de manera mucho más fina, como una auténtica señorita. Regresó a casa de las cabritas y volvió a llamar.
– ¿Quién llama?- escuchó el lobo al otro lado de la puerta.
– ¡Soy yo, hijas, vuestra madre! Abridme que tengo muchas ganas de abrazaros.
Sí… Esa voz melodiosa podría ser de su mamá, pero la más desconfiada de las  hermanas quiso cerciorarse.
– No estamos seguras de que sea cierto. Mete la patita por la rendija de debajo de la puerta.
El lobo, que era bastante ingenuo, metió la pata por el hueco entre la puerta y el suelo,  y al momento oyó los gritos entrecortados de las cabritillas.
– ¡Eres el lobo! Nuestra mamá tiene las patitas blancas y la tuya es oscura y mucho más gorda ¡Mentiroso, vete de aquí!
¡Otra vez le habían pillado! La rabia le enfurecía,  pero no estaba dispuesto a fracasar. Se fue a un molino que había al otro lado del riachuelo y metió las patas en harina hasta que quedaron totalmente rebozadas y del color de la nieve.  Regresó y llamó por tercera vez.
– ¿Quién es?
– Soy mamá. Dejadme pasar, chiquitinas mías – dijo el lobo con voz cantarina, pues aún conservaba el tono fino gracias al efecto de las yemas de los huevos.
– ¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta! – contestaron las asustadas cabritillas.
El lobo, sonriendo maliciosamente, metió la patita por la rendija y…
– ¡Oh, sí! Voz suave y patita blanca como la leche ¡Esta tiene que ser nuestra mamá! – dijo una cabrita a las demás.
Todas comenzaron a saltar de alegría porque por fin su mamá había regresado. Confiadas, giraron la llave y el lobo entró dando un fuerte empujón a la puerta. Las pobres cabritas intentaron esconderse, pero el lobo se las fue comiendo a todas  menos a la más joven, que se camufló en la caja del gran reloj del comedor.
Cuando llegó mamá cabra el lobo ya se había largado. Encontró la puerta abierta y los muebles de la casa tirados por el suelo ¡El muy perverso se había comido a sus cabritas! Con el corazón roto comenzó a llorar y de la caja del reloj salió muy asustada la cabrita pequeña, que corrió a refugiarse en su pecho. Le contó lo que había sucedido y cómo el malvado lobo las había engañado. Entre lágrimas de amargura, su madre se levantó, cogió un mazo enorme que guardaba en la cocina, y se dispuso a recuperar a sus hijas.
– ¡Vamos, chiquitina! ¡Esto no se va a quedar así! Salgamos en busca de tus hermanas, que ese bribón no puede andar muy lejos – exclamó con rotundidad.
Madre e hija salieron a buscar al lobo. Le encontraron profundamente dormido en un campo de maíz. Su panza parecía un enorme globo a punto de explotar. La madre, con toda la fuerza que pudo, le dio con el mazo en la cola y el animal pegó un bote tan grande que empezó a vomitar a las seis cabritas, que por suerte, estaban sanas y salvas. Aullando, salió despavorido y desapareció en la oscuridad del bosque.
 -¡No vuelvas a acercarte a nuestra casa! ¿Me has oído? ¡No vuelvas por aquí! – le gritó la mamá cabra.
Las cabritas se abrazaron unas a otras con emoción.  El lobo jamás volvió a amenazarlas y ellas comprendieron que siempre tenían que obedecer a su mamá y jamás fiarse de desconocidos.

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Las leyendas, y al igual que otro tipo de narraciones literarias como las fábulas, son escritos muy antiguos que se han transmitido durante siglos de generación en generación

``LA MUJER DORMIDA Y EL CERRO POPOCATEPETL´´
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Tonatiuh, el Dios Sol, vivía con su familia en el cielo allí donde no se conocía la oscuridad, ni la angustia. El hijo del Dios Sol era el príncipe Izcozauhqui a quien le encantaban los jardines.
Un día el príncipe oyó hablar de los lindos jardines del señor Tonacatecuhtli así que curioso fue a conocerlos. Las plantas allí parecían más verdes y los prados frescos y cubiertos de rocío. Al descubrir una laguna resplandeciente se acercó a verla y allí se encontró con una mujer que salía de las aguas ataviada con vestidos de plata. Se enamoraron de inmediato ante el beneplácito de los dioses. Pasaban el tiempo juntos, recorrían un cielo y otro. Pero los dioses les prohibieron ir más allá del cielo.
Los enamorados conocían el firmamento. La curiosidad por saber qué había bajo el cielo hizo que descendieran a conocer la tierra. Allí la vida era diferente. El sol no brillaba todo el tiempo, sino que descansaba por las noches. Había más colores, texturas, sonidos y animales que en todos los cielos recorridos.
Los príncipes, al descubrir que la tierra era más hermosa que los paraísos celestiales decidieron quedarse a vivir en ella para siempre. El lugar escogido para su morada estaba cerca de un lago, al lado de valles y montañas.
Los dioses, furiosos por la desobediencia de la pareja, decidieron un castigo. La princesa enfermó repentinamente, fueron vanos los esfuerzos de Izcozauhqui por aliviarla. La mujer supo que esa era la sanción de los dioses. 
La princesa, antes de morir, le pidió a Izcozauhqui que la llevara a una montaña con el fin de estar junto a las nubes, para que, cuando él regresara con su padre, pudiera verla más cerca desde el cielo. Fueron sus últimas palabras, después se quedó quieta y blanca como la nieve.
El príncipe caminó días y noches hasta llegar a la cima de la montaña. Encendió una antorcha cerca de ella, la veló, como si la princesa durmiera. Izcozauhqui se quedó junto a ella, sin moverse, hasta morir. Ella se convirtió en la mujer dormida (Iztaccíhuatl) y él en el cerro que humea (Popocatépetl).

``LEYENDA DEL CONEJO EN LA LUNA´´
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Un día el dios Quetzalcóatl decidió explorar el mundo, para ese se convirtió en un hombre y viajo por todos los rincones del planeta asombrándose de los grande y hermoso que era la tierra.
Un día al final de su viaje, Quetzalcóatl caminaba por una carretera, sus fuerzas estaban agotadas después de tanto caminar por el mundo, se detuvo y se sentó en un lado de la carretera, de pronto salió un pequeño conejo, quien observo cuidosamente a Quetzalcóatl y decidió acercarse a él sin saber que él era un dios.
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El pequeño conejo se acercó y pregunto qué era lo que sucedía, y Quetzalcóatl contesto que se sentía cansado y hambriento, entonces el conejo le ofreció de su comida pero Quetzalcóatl no comía plantas, entonces el conejo se detuvo a pensar un momento y después le dijo a Quetzalcóatl que no tenía nada más que ofrecer, que solo era un pequeño conejo sin importancia y que se lo comiera a él, que sin duda eso le ayudaría a recuperar sus fuerzas. Después de escuchar ese noble gesto Quetzalcóatl regreso a su forma original y levanto aquel conejo y lo arrojo al cielo, al hacerlo su figura se quedó reflejada en la luna. Cuando bajo el conejo Quetzalcóatl le dijo, que tal vez era solo un pequeño conejo, pero que de ese día en adelante todos lo recordarían al ver su figura marcada en la luna.

``LA LEYENDA DEL TAMBOR´´  

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La luna nunca recibe visitas de la tierra y menos por parte de los monos, pero ellos sentían mucha envidia de los pájaros que podían volar, ya que pensaban todas las veces que habrán pasado junto a ella y los monitos del bosque le tienen gran admiración a la enorme luna que ilumina los cielos, por eso se reunieron absolutamente todos para poder generar un plan que les permita llegar a ella. Lo máximo que se les ocurrió fue subirse uno encima del otro parado en sus hombros de forma pilar para arriba.La leyenda del tambor

La fila que hizo realmente alta, tanto así que el monito más arriba de todos pudo tomar la cola de la luna, pero en ese mismo momento uno perdió el equilibrio y toda la fila se cayó de forma desastrosa, el único que no sufrió la caída fue el monito que permaneció tomado de la luna hasta que por compasión lo subió sobre ella para que no se caiga. Cuando vio al dulce mono le quiso obsequiar algo y por ello le dio un tambor para que hiciera toda clase de música. Con el tiempo la luna le enseñó como tocarlo y lo escuchaba todos los días mientras lo hacía, pero tarde o temprano tenía que volver a la tierra.

El monito no quería volver, pero la luna se ató una soga en la cola hasta la tierra para que el monito baje por ella, pero le advirtió que no se atreviera a tocar el tambor antes de llegar abajo, en caso contrario cortaría la soga. Empezó a bajar muy tranquilamente, pero en la mitad no se aguantó y empezó a tocar el tambor, tan fuerte lo hizo que todas las personas y animales que se encontraban cerca lo oyeron y se acercaron a la soga, pero entonces la luna cortó la soga.

Cayó sin nadie que lo ataje el mono contra la tierra, pero su tambor estaba a su lado y los indígenas comenzaron a imitar los sonidos que emitía con su tambor, así como también su instrumento porque les encantó el regalo que la luna le dio al mundo a través de este pequeño monito.

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Las fábulas destacan por transmitir enseñanzas tan importantes que, aunque la mayoría de ellas fueron escritas hace siglos, actualmente siguen siendo imprescindibles en el día a día

``LA CIGARRA Y LA HORMIGA´´
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La cigarra era feliz disfrutando del verano:  El sol brillaba, las flores desprendían su aroma...y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.
- Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
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Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
- Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.
- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno-
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.
Moraleja: Quien quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el tiempo.

``LA TORTUGA Y LA LIEBRE´´
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En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no cesaba de pregonar que ella era la más veloz y se burlaba de ello ante la lentitud de la tortuga.

- ¡Eh, tortuga, no corras tanto que nunca vas a llegar a tu meta! Decía la liebre riéndose de la tortuga.

Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:

- Estoy segura de poder ganarte una carrera.

- ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.

- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la carrera.

La liebre, muy ingreída, aceptó la apuesta.
Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho señaló los puntos de partida y de llegada, y sin más preámbulos comenzó la carrera en medio de la incredulidad de los asistentes.
Astuta y muy confiada en si misma, la liebre dejó coger ventaja a la tortuga y se quedó haciendo burla de ella. Luego, empezó a correr velozmente y sobrepasó a la tortuga que caminaba despacio, pero sin parar. Sólo se detuvo a mitad del camino ante un prado verde y frondoso, donde se dispuso a descansar antes de concluir la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la tortuga siguió caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
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Cuando la liebre se despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a una corta distancia de la meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que burlarse jamás de los demás. También aprendió que el exceso de confianza es un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie, absolutamente nadie, es mejor que nadie
Esta fábula enseña a los niños que no hay que burlarse jamás de los demás y que el exceso de confianza puede ser un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos

``El LEÓN Y LA ZORRA´´
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Un día en el bosque un viejo León hambriento y sin mucha fuerza para cazar animales, decidió usar su astucia para poder conseguir comida fingiendo estar muy enfermo. Entró en una cueva y se echó en el suelo para esperar que los animales que pasaban por la cueva lo visiten, para luego él de un zarpazo los atrapara y los devoraba en el acto.
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Fueron muchos los animales que fueron a visitarlo y acabaron en la barriga del León, pero fué la astucia de la Zorra, que descubrió el engaño del León. Así que llego a la entrada de su cueva, y a una distancia segura le dijo al León que sentía mucho su enfermedad, a lo que este al ver que no entraba le respondió:
 -¿Por qué no entras? ¿Tienes temor de mí, si estoy tan débil que aunque quisiera, no me sería posible hacerte daño? Entra a la cueva, como los demás, le dijo el León.
-Esto es lo que me infunde mucho desconfianza, le respondió la Zorra, mientras miraba la entrada de la cueva;
-Es que veo aquí las huellas de los animales que han entrado, pero no veo las huellas de los que han salido

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